- Año: 2010
-
Fotografías:Fernando Alda
-
Proveedores: Secrisa
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El Teatro Romano de Málaga es un monumento protegido que se localiza en la colina de la fortaleza hispanomusulmana de la Alcazaba, a pocos metros del Palacio de la Aduana. Si la conservación y restauración de este teatro es un objetivo central para la ciudad por su aportación a la herencia cultural, no menos importante es la integración de los restos arqueológicos en la vida urbana. De esta manera, el Centro de Visitantes se inserta en un gran eje cultural que afecta a la antigua calle Alcazabilla y que discurre por la casa natal de Picasso, la Alcazaba, el Museo de Málaga y el Museo Picasso. Antigüedad y modernidad, pasado y futuro, están contenidos simbólicamente en menos de un kilómetro de itinerario urbano cuyo centro de gravedad es el Teatro Romano.
El nuevo Centro de Visitantes está diseñado como el primer paso para incorporar definitivamente el Teatro Romano a la vida pública. Atiende dos necesidades fundamentales del monumento: presentar los restos arqueológicos ya restaurados en el seno de un discurso interpretativo asequible al público no especializado y disponer de un espacio de apoyo para las labores arqueológicas. La pieza, exenta, leve y abstracta, ocupa un lugar que no interfiere en la visión de ninguna parte del teatro, a la vez que matiza su relación con los edificios de mayor volumen de la calle Alcazabilla. El Centro de Visitantes se genera también como puerta de acceso al recinto, como un reclamo y punto de atracción para el visitante.
Desde el punto de vista de la apariencia del edificio, los materiales básicos son dos: los paneles de resina termoendurecida terminados en madera que cubren parte de la fachada, la cubierta y la rampa de acceso al teatro; y el vidrio serigrafiado con la imagen de la Lex Flavia Malacitana, una placa de bronce que contiene las leyes de la Malaca romana desde finales del primer siglo D.C., que establece una relación única y directa con los restos arqueológicos, siendo a la vez una ventana a la contemplación del teatro y su reflejo matizado por el color del bronce oxidado de la antigua tabla romana. En el exterior, los muros de contención son de hormigón del color de la tierra, cuando están en contacto con las excavaciones, y de piedra caliza crema cuando se ponen en relación con el espacio urbano.
La sensación de ligereza y de autonomía de la caja, que parece sobrevolar el nivel arqueológico, se refuerza mediante el uso del vidrio serigrafiado y de la madera que le otorgan un cierto carácter efímero. El texto en latín, fuera del contexto de su soporte original en bronce se transforma en una textura, en un enigmático fondo que desdibuja la presencia de la caja. Al mismo tiempo, sin caer en una exageración comunicativa, la fachada de vidrio aspira a ser una llamada al visitante para conocer mejor este extraordinario patrimonio cultural que emerge en el corazón de la ciudad de Málaga.